miércoles, enero 16, 2008

Candidatos no hablan de redadas
















NACIONALES - 01/04/2008
Lorenzo Morales/Enviado Especial

Marshalltown, Iowa/EDLP — Ayer miles de voluntarios de las campañas políticas salieron a golpear puertas para invitar a los indecisos a votar por su candidato. Pero en la casa de algunas familias hispanas, cuando un desconocido toca a la puerta es señal de malas noticias.

La última vez que tres extraños golpearon en la casa de la familia Avalos Yépez no portaban botones con la cara de un aspirante presidencial ni afiches, sino tres placas metálicas que los identificaban como agentes de Inmigración.

"Venían para arrestar a mi esposo, pero él ese día no estaba en la casa", recordó Elizabeth Yépez sobre lo sucedido el pasado 8 de julio. "A mi me intimidaron y me dijeron que si no les decía donde estaba me arrestaban a mi también".

Lo que más temía Yépez es que sus dos hijos, un niño de seis años y una niña de cuatro, se quedaran solos. Por eso, después de enterarse de la visita y de mucho pensarlo, Juan Avalos, esposo de Yépez y padre de los dos niños, prefirió entregarse personalmente.

"Como no tenemos dinero mi esposo decidió que se iba a entregar para que a mi no me llevaran y los niños no se quedaran solos", explica Yépez sin poder contener las lágrimas. Avalos se encuentra detenido en una cárcel federal de Iowa, y podría ser condenado a dos años de prisión por robo de identidad, entre otros cargos.

Juan Avalos fue una de las primeras víctimas de la redada de Inmigración que hace un año conmocionó al pueblo de Marshalltown, a 35 millas de Des Moines, capital del Estado. El 12 de diciembre de 2006 agentes de Inmigración rodearon la planta procesadora de carne Swifty & Co. y se llevaron a 90 personas. La operación, que tuvo réplicas simultáneas en otras ciudades, terminó con 1,297 arrestos. En ese entonces Avalos, quien llevaba tres años trabajando para la empresa, fue deportado en cuestión de días a México, su país natal.

Sin embargo, decidió regresar para estar junto a su familia, con quienes hacía trece años había hecho una vida —los niños asistían a la escuela y estaban pagando las cuotas de la casa— en este pequeño poblado de 27,000 habitantes donde se calcula viven unos 7,000 hispanos. "

Con los hijos, la esposa y una casa aquí, cómo iba a dejar todo? Tuvo que volver", expresó Olga Yépez, hermana de Elizabeth, residente del país y quien hoy ayuda a mantener a la familia y visita a Juan en la cárcel. A Elizabeth, el abogado le sugirió que no visitara a su esposo, pues corría el riesgo de que también la detuvieran.

En estos días de campaña electoral, Yépez se pasa los días en la casa. Señaló que aún no se sabe qué va a pasar con su esposo. "Si él no puede estar aquí, pues lo mejor es que nos vayamos todos".

Muchas otras familias hispanas viven el mismo drama en silencio. "Los candidatos cuando vienen no hablan de las redadas", dijo Carmen Montealegre de la Iglesia Santa María, quien estuvo cuando Hillary Clinton y Barack Obama visitaron el pueblo. "Cuando se les pregunta, sólo dicen que van a trabajar por los inmigrantes pero de ahí no pasan".

El impacto que han tenido las redadas en este poblado de casas de madera y jardines copados de nieve, aún es visible en las calles. Después del operativo muchas familias indocumentadas se fueron. Sobre la avenida principal es fácil ver los antiguos letreros de locales de comida latina que, según algunos, cerraron tras las detenciones.

"El temor aquí en el pueblo es bien real", dijo Erica Balmer, coordinadora en Marshalltown de Latinos in Action. Según Balmer, la llegada de los latinos hace una década benefició el comercio y la vida de esta localidad.

Publicado en EL Diario/La Prensa de Nueva York y La Opinión de Los Angeles.

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