viernes, noviembre 17, 2006

La palabra escondida

A lo pocos lectores que visitan este blog les pido excusas por el abandono momentaneo. El editor de esta bitácora sigue vivo, pero consumido por una ciudad frenética y un trabajo que no ofrece descansos. Para efectos de cumplir ciertos deberes - como lavar los platos, pagar las cuentas y escribirle a los amigos- semejante sumisión al trabajo es como estar muerto o dormido.

Mientras despierto les cuento una historia que oi hace poco. La escuche en ese intermedio entre el sueño y la vigilia, cuando mi memoria funciona como una grabadora.

Cuando A. era niña le daba miedo que le cambiaran la mamá por otra igualita. Se le ocurrió entonces un método muy elegante y sencillo para que en caso de que pasara, al menos ella pudiera darse cuenta. Un día, en un instante en el que pudo estar segura de que su mamá no era una suplantación, le entregó en secreto un santo y seña.

Desde entonces, cuando A. sentía la angustia de que durante algún descuido de su parte le hubieran cambiado a la mamá, iba corriendo a buscarla y pedía que ella le repitiera la palabra escondida que sólo ambas conocían.

El sistema funcionó durante años. Pero al cabo de un tiempo A. temió que de tanto repetir la misma palabra, alguién hubiese podido escucharla. A. decidió entoces cambiar de santo y seña. Hasta hoy no ha habido necesidad de cambiarla de nuevo.
(Foto: lienzo Jo Tachon)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero ¿cómo sabían las palabras, al salir de su escondite, que A era A y que la mamá era la mamá? He ahí el meollo y la cosa verdaderamente trágica de esta historia. Pues mientras madre e hija viven un idilio magnífico y, gracias a las palabras, logran que su historia se redima de paranoias y vesanias compulsivas, las palabras en cuestión sufren y se retuercen en su escondite, convulsionadas por espantos indecibles, inseguras de la suerte que les espera al salir nuevamente a la luz. Ellas no saben si son objeto de la manipulación pervesar de una sucesión infinta de seres únicos, irrepetibles y extraños, o si son más bien ellas mismas mero resultado de un juego frívolo de fantasmagorías e ilusiones que nunca más, por los siglos de los siglos, volverá a repetirse.

Anónimo dijo...

demasiada filosofia para una historia tan simple

A.

Anónimo dijo...

es que estaba practicando el terrorismo literario, disculpen.

Anónimo dijo...

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