viernes, abril 01, 2011

Periodismo dibujado

Cómo un grupo de dibujantes de cómic dejaron sus escritorios y se fueron a las trincheras de los conflictos más oscuros del planeta tierra.

Por Lorenzo Morales

Página 53. “Repito: hoy no queremos problemas”, dice el periodista mientras camina por una calle de Naplusa. Pero una romería de niños y mujeres con gestos de rabia se toman las calles de la ciudad, la más poblada de Cisjordania. Protestan porque Israel acaba de ordenar la deportación de más palestinos. La marcha bloquea el tráfico. Los carros con choferes israelitas pitan; bajan las ventanillas y gritan improperios. De pronto, camiones militares rodean a los manifestantes. “¡Muévanse!”, gritan policías de azul con letras en hebreo. Bolillos en alto, llueven gases lacrimógenos, gestos de súplica como en un lienzo de Goya, sirenas de ambulancias. En medio de todo, el periodista que soñaba con un día tranquilo hace fotos, toma notas.

El periodista de la página 53 es a la vez Joe Sacco y su dibujo. Sacco es el autor de Palestina, un reportaje en cómic que retrata la vida cotidiana en los territorios ocupados por Israel durante la primera intifada. Entre crónica de viaje y despacho de guerra, el libro (de 285 páginas ilustradas) recibió un American Book Award en 1996, y desde entonces se convirtió en un hito para una nueva generación de dibujantes-reporteros.

“Con excepción de uno o dos novelistas y poetas, nadie ha mostrado mejor el terrible estado de las cosas en este lugar que Joe Sacco”, escribió Edward Said, quien fuera hasta su muerte el más reconocido pensador de la relación entre Oriente y Occidente. “En un mundo saturado de noticias y donde la gran mayoría de las imágenes son controladas y difundidas por un puñado de hombres sentados en ciudades como Londres o Nueva York, una secuencia de viñetas y palabras, enérgicamente grabadas, a veces grotescamente enfáticas e hinchadas para ilustrar situaciones extremas, resultan un notable antídoto”, resaltó.

Desde entonces, el lenguaje de la historieta, que suele asociarse con las trivialidades de la niñez y la adolescencia demostró una capacidad inesperada para contar desde el periodismo las miserias y las mezquindades de los adultos. Entre los superhéroes de capa y poderes sobrehumanos, se abrieron paso los héroes de pantalón y camisa, la gente común y corriente cuya única anomalía es la vocación de resistir. De la vida en planetas de fantasía, las historietas saltaron a la vida cotidiana en las calles de lodo en un tugurio en Nairobi, a la agónica pobreza de un campo de refugiados en Bosnia, o cualquier otro rincón belicoso del planeta Tierra.

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